domingo, 1 de mayo de 2016

Cuestión de edades

Y si quieres hacerlo cuestión de edades...Hagámoslo.

Admírame como si  fuese tu compañera de Primaria. Mírame como igual, y no como la chica débil que debes proteger. Rétame como a la líder del equipo enemigo, como a tu rival, como la que está a tu nivel en todos los aspectos, como esa que puede tumbarte en cualquier momento y demostrarte, una vez más, que ella es el sexo fuerte.

Ámame como un quinceañero. Ámame de verdad, y no como hacen los adultos. De aquí al infinito, sin límites, como el futuro padre de mis hijos, sin plantearte otras opciones, siendo la primera y la última de una lista que deberías haber empezado conmigo. Escribiendo "para siempres" en hojas de papel, haciendo nuestras las canciones, riéndonos por todo, presumiendo de habernos conocido en todos los bancos de cualquier parque. Besándonos como el primer día, abrazándonos sin motivo, soñándonos  mientras vivimos un sueño.

Házmelo, joder, pero como si tuviesemos 20.  Házmelo todo o una parte. El café por la mañana, hazme las risas, la princesa y la villana de tu cuento. Hazme recordar que quiero pecar contigo cada noche. Hazme el amor hasta que duela, sobre tu cama o cualquier superficie que implique tu cuerpo sobre el mío. Hazme feliz, o simplemente tuya, me da igual. Pero házmelo real, con esa perfecta mezcla entre el poder y la fuerza de la adolescencia, y el saber de la experiencia de abandonarla.

Estúdiame como si los 26 durasen eternamente. Dedicando tiempo a entenderme, a descifrar cada una de mis muecas, de mis gestos  y decisiones. Pasando las noches en vela para dar sentido a mis constantes cambios. Estúdiame y luego explícame como  me diste el sentido que me falta. Sácate el máster que te posibilite doblegar mi energía con tus palabras, siempre acertadas, hasta que consigas que te reconozca como la libertad de mi vida.

Cálmame como los 34, consigue que la palabra estabilidad se divorcie del aburrimiento y que la abrace con ganas. Relaja el torbellino que soy, dame una meta alcanzable. Ayúdame a conseguir que, en un futuro, compartir el protagonismo con otra persona no suene a derrota. Que ganemos, mientras ambos la guiamos de la mano.

Construye mi cambio como si fueses la llegada a los 40. Consigue que entregarme no suene a perderme, sino a ganarme. Conviértete en mi punto de inflexión, aquel que me haga mujer, después de vivir toda mi vida siendo niña. Construye nuevas hipótesis que justifiquen antiguas teorías. Sí, esas que olvidamos junto a los quinceañeros de antes.

Cuidame, aunque no te lo pida, como si pasasemos de los 50. Mirándome de reojo, mientras me prestas el paraguas para que no me moje, sin abandonarme, rescatándome de mis malas decisiones. Sé el pilar sobre el que apoye cada una de las piezas que conforman el puzzle inacabado de mi vida.

Caminemos juntos, como octogenarios que no temen a la muerte.
Aguantando entre ambos, el peso de recordarnos.
Obviando el futuro, pues no ofrece nada bueno.

Viviendo el presente, que es lo que nos queda.

...




Pero vivir el presente suena confuso, chico, cuando al cambiar de historia, tú quisiste ser las dudas que tienten a mi yo imposible.

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