Siento no haberos hablado nunca de él, pero es que su perfecta situación entre la imposibilidad que me hacía sentir viva, y el calor de una posible amistad me hacían dudar sobre donde incluirlo. Supongo que pertenece a otra historia. El caso es que aparecimos de casualidad para acabar siendo personas que mutuamente comprendían que no era el momento, ni el lugar, ni la persona que nos merecíamos.
Que había demasiados problemas en el medio, y poca esperanza.
Éramos mutuos retos, mutuos imposibles, ninguno de los dos sabíamos quién estaba por encima, y siendo todo eso, contábamos con los dedos de una manos las conversaciones que habíamos tenido.
Pasamos la noche omitiendo que había algo entre nosotros, bailando con otros, dejando que la noche se acabara entre excesos. Sabiendo que los verdaderos amantes éramos nosotros, y no los cuerpos con los que nos acostábamos.
Y así hasta que el Sol casi amenazaba con salir, una mañana de Enero del 2016.
Yo estaba tan segura de que él no haría nada...no sé qué le hizo cambiar de idea esa noche, que le hizo reaccionar y separarse del grupo. Supongo que sería el alcohol, gracias amigo. El caso es que escuché sus pasos detrás de mí, y poco después sus manos estaban agarrando mi cintura y su voz en mi cuello.
-Helena…
- ¿Jaime? Qué raro…- le miré de reojo, sin parar mi paso.
Tardé poco en girarme, mirarle a los ojos, obligarle a hacerlo también, notar su pulso ya acelerado y su mano derecha acariciando mi rostro, mientras la izquierda no dejaba que me alejase. ¿Cuántas veces soñamos con romper esa distancia? Pero no; tenía claro que no sería yo la le fuese a besar, iba a dejar que fuese él. Si consideraba que merecía la pena, claro.
Muy extraña, la verdad. Demasiado. La manera en la que se aceleró mi corazón cuando decidió arriesgar.
-Te acompaño a casa- afirmó.
De camino, juegos, conversaciones idiotas, mi sonrisa perpetua, y la suya escondida.
Muy intensa, la manera en la que sus besos subieron el tono cuando era el momento preciso, apoyándome contra la pared del portal. Me encantó la manera de sentir que no era yo la que guiaba esa situación, que el inteligente era él, ya que había calculado hasta que punto quería llegar para dejarme con las ganas de no dejarle huir sin…
-¿Y si lo intentamos?- me dijo, tras separase ligeramente de mí, coger su pitillo y mirarme a los ojos.
-¿Intentarlo? ¿Salir juntos?
Asintió levemente y acarició mi rostro una vez más.
-Sí, ¿Por qué no? Igual funciona y, si no, no sé, siempre hay tiempo para cambiar de opinión -paró levemente- y que le follen a la cordura, yo quiero intentarlo contigo.
Probablemente fuese la excitación del momento, el poder de sus palabras, tan acertadas, o la presión de su cuerpo contra el mío. El caso es que era plenamente consciente de que con
nosotros como protagonistas, nunca sería correcto y aún así:
- Hagámoslo - le contesté.
“Bonito, no perfecto. Pero hagámoslo”- pensé para mí.
Sonrió satisfecho. Me dio un beso fugaz y se fue.
-Te hablaré mañana, pequeña.
-¿Pequeña?