Somos nada.
Pequeños seres indefensos en un mundo inmenso, humanos con mil defectos y pocas virtudes, que cometen el error de creerse únicos. Siempre entendí la teoría, sabía que yo solo podía optar a inclinar el futuro que el destino había elegido para mí. Pero, joder, moriría inclinándolo hacia mis sueños.
Juro que no quise rendirme nunca.
No me rendí de niña, cuando todos me dieron la espalda, cuando me
dijeron que no llegaría a nada, que fracasaría y viviría siendo una pobre incompetente incapaz de manejar ningún tipo de situación. No me rendí cuando me dijeron que no valdría para ser lo que soy, que mi timidez y me vergüenza me obligarían a ser algo que no deseaba. No me rendí cuando eran los hechos los que me condicionaban y me arrastraban a un fracaso que esquivé a duras penas.
Tampoco me rendí cuando el amor me obligó a ser una mera marioneta. No. Creeme que incluso entonces luché por mover ese puto destino hacia algo que mereciese la pena, en este caso, hacia mí misma y un nuevo inicio.
Superado todo ello, convertida en el orgullo de todos y la envidia de unos cuantos, me proclamé semidiosa. Cometí el error de olvidar el poder del destino y considerarme la única capaz de escribir la historia de mi vida.
Fui tan estúpida que creí que podría demostrarle al futuro que esa media sonrisa era por mí, que esos mensajes eran algo más que producto del aburrimiento, que era la cobardía lo que te separaba, que cuando nos sinceramos lo habíamos echo los dos. Pero no.
Tu sonrisa, mi incoherencia, mis indirectas, tus tonterías, tus mensajes estúpidos, mi menjillas sonrosadas. Nuestras palabras. Todo ello es nada.
Yo, Tozuda o Obstinada, soy nada.
Tú, tan Distinto como Oculto, eres nada.
Eso es una realidad.
Pero nosotros, TODO, es ¿Nada?
Si eso es así... que te follen destino, haz conmigo lo que quieras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Todo el mundo miente