Te prometo que no entendí el último punto.
Entendí aquel que me presentaste oscilante, que cayó de tus labios tras larga una curva de dudas marcadas por tus palabras y actos contradictorios. Ese fui capaz de entenderlo. ¿Antes de perder(me)? No lo sé.
Entendí también el que me marcaba el conjunto de pausas que formaban el que me recordabas de seguido:
Amanece. Bésame. Corre. Desnúdate. Éxtasis. Funciona. Grita. Habla. Intuición. Juzga. Karma. Lágrimas. Mañana. No. Otra. Puede. Quiero. Resiste. Siempre. Todo. Uxía. Vete. Whisky. XXX.
YA.
Sin Z.
Lo entendí cuando me explicaste el otro punto.
El que nos separaba.
El que marcaba distancias.
Aunque hablando del tema.
Creo que eras tú quien no lo entendía ese punto...
Como los últimos que me planteaste, dejando caer algo que no te atrevías a decir, forzándome a volver a ser la valiente que sacara tus palabras y les diese vida, vida que no llegaron a tener, porque se perdieron suspendidas.
Pero chico, por más que lo intento, no comprendo el último. El que colocaste sin sentido, si la historia simplemente había comenzado, aún estabamos en el nudo y tú pusiste punto
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Todo el mundo miente