Un colchón sin sábanas, cuatro paredes, mil trastos inservibles acumulados en las esquinas, y una brisa que entraba por esa ventana desgastada.
Un paraíso poco común, decían.
No supieron ver a lo que se refería.
No entendían como él pudo descifrar su baile, romper sus dudas, convertirse en su viento y en su fuego a la vez, ser el azul que consiguió resolver sus matemáticas.
No entendían que ella le desease como al café, todas las mañanas de su vida, sin cansarse. Provocando la explosión de hormonas que su calor implicaba, quemando su cuerpo, como el clavo ardiendo al que decidió agarrarse.
No entendían que no había sensación comparable con la de sentir como él buscaba las manos de ella, como las agarraba brevemente, entrelazándolas con las suyas.
No entendían que no había cosa que le gustase más que abrir los ojos mientras hacían el amor, y verle. Encontrarse con sus ojos, su barba de tres días, notar su pecho bajo en suyo y soñar con pertenecer a su alma, como ese colgante que recorría su cuello.
No entendían lo afortunada que ella se sentía al poder ahogar sus gemidos en su cuello, apretando su cuerpo contra el suyo, sintiéndo como sus brazos la llevaban al paraíso en donde despertaba.
No lo entendían.
Y él tampoco.
Le retiró el pelo del rostro y se permitió el placer de perderse en sus ojos, antes de besarla. La abrazó con fuerza, pero con cuidado; sintiendo su cuerpo desnudo sobre el suyo, omitiendo el sudor que lo había recorrido minutos antes.
Y ella supiró, dejándose inundar por una libertad de la que carecía, relegándo en él la corrección de los miedos que la corroían. Solo él podía calmarlos con la inocencia de un beso en la frente. Solo él podía desnudarla de ellos, para verla así realmente, pura, como la niña imposible de la no pudo evitar encapricharse.
O enamorarse.
No lo tengo muy claro.
Ella se separó ligeramente de él. Una sonrisa sincera y un suspiro, tras las dos palabras que él decidió pronunciar.
-¿Y tú?
Asintió
-¿Cuánto?
+Idiota- pensó- aún no lo entiende.
"Se está rodando una tragicomedia. Somos una mezcla entre amor, porno y comedia."
Un paraíso poco común, decían.
No supieron ver a lo que se refería.
No entendían como él pudo descifrar su baile, romper sus dudas, convertirse en su viento y en su fuego a la vez, ser el azul que consiguió resolver sus matemáticas.
No entendían que ella le desease como al café, todas las mañanas de su vida, sin cansarse. Provocando la explosión de hormonas que su calor implicaba, quemando su cuerpo, como el clavo ardiendo al que decidió agarrarse.
No entendían que no había sensación comparable con la de sentir como él buscaba las manos de ella, como las agarraba brevemente, entrelazándolas con las suyas.
No entendían que no había cosa que le gustase más que abrir los ojos mientras hacían el amor, y verle. Encontrarse con sus ojos, su barba de tres días, notar su pecho bajo en suyo y soñar con pertenecer a su alma, como ese colgante que recorría su cuello.
No entendían lo afortunada que ella se sentía al poder ahogar sus gemidos en su cuello, apretando su cuerpo contra el suyo, sintiéndo como sus brazos la llevaban al paraíso en donde despertaba.
No lo entendían.
Y él tampoco.
Le retiró el pelo del rostro y se permitió el placer de perderse en sus ojos, antes de besarla. La abrazó con fuerza, pero con cuidado; sintiendo su cuerpo desnudo sobre el suyo, omitiendo el sudor que lo había recorrido minutos antes.
Y ella supiró, dejándose inundar por una libertad de la que carecía, relegándo en él la corrección de los miedos que la corroían. Solo él podía calmarlos con la inocencia de un beso en la frente. Solo él podía desnudarla de ellos, para verla así realmente, pura, como la niña imposible de la no pudo evitar encapricharse.
O enamorarse.
No lo tengo muy claro.
Ella se separó ligeramente de él. Una sonrisa sincera y un suspiro, tras las dos palabras que él decidió pronunciar.
-¿Y tú?
Asintió
-¿Cuánto?
+Idiota- pensó- aún no lo entiende.
"Se está rodando una tragicomedia. Somos una mezcla entre amor, porno y comedia."