Que solo soy la pluma que escribe deslizante sobre tu cuaderno, y no la fuerza que mueve la mano que la empuña. Que aparezco en una segunda parte, débil y desaliñada, notando el peso de la primera sobre mí. Que soy el pasional desvío que tienta tu presente, pero jamás el camino. Que el título me queda demasiado grande y el prefacio no me corresponde. Que me limito a dejar brotar, de mi ser, la tinta que logre narrar un fino "continuará...", en el margen (siempre izquierdo) de tu vida.
Y de la mía.
Que nos encontramos sin previo aviso en el segundo tomo, fusionando historias incompatibles.
De esas que te quitan el aire, y te tumban boca abajo.
De esas en las que olvidas lo aprendido, y te dejas enseñar.
De esas que cambian los papeles y confunden, llevándonos a pensar que quizá, el final no es tan evidente.
De esas que proponen nuevos personajes, haciéndolos protagonistas de una historia que nunca será la suya pero, joder...como enganchan.
Porque solo ellas saben atarnos a sus líneas y resquebrejar nuestros límites, para luego suturarlos con prisa. Porque solo ellas son capaces de liberarnos brevemente del destino, como en los capítulos sin sentido que aceleran el corazón mientras lo atraviesan, clavando en él, el desconcierto de la situación.
Sí, hablo de esos capítulos que lees y cierras el libro...
Durante 10 segundos, no más, porque no puedes contener la necesidad imperiosa de volver a abrirlo y releerlo.
Una,
y otra,
y otra vez
así hasta completar las 50 veces que necesitaste para creertelo.
Créetelo.
Que sí, que es cierto.
Que en pocos párrafos recopilamos más información que en el libro entero.
Por eso aquí te encuentras, bebiendo de esas pocas palabras, una y otra vez. Contándo los insuficientes capítulos que nos explican. Con tapones en los oídos y las luces apagadas.
Tú en tu habitación y yo en la mía.
Leyéndonos.
Sabiendo que solo somos el etéreo fruto de la irresponsabilidad, el ínfimo 20% de una realidad que ambos sabemos como termina...
¿no?
De esas en las que olvidas lo aprendido, y te dejas enseñar.
De esas que cambian los papeles y confunden, llevándonos a pensar que quizá, el final no es tan evidente.
De esas que proponen nuevos personajes, haciéndolos protagonistas de una historia que nunca será la suya pero, joder...como enganchan.
Porque solo ellas saben atarnos a sus líneas y resquebrejar nuestros límites, para luego suturarlos con prisa. Porque solo ellas son capaces de liberarnos brevemente del destino, como en los capítulos sin sentido que aceleran el corazón mientras lo atraviesan, clavando en él, el desconcierto de la situación.
Sí, hablo de esos capítulos que lees y cierras el libro...
Durante 10 segundos, no más, porque no puedes contener la necesidad imperiosa de volver a abrirlo y releerlo.
Una,
y otra,
y otra vez
así hasta completar las 50 veces que necesitaste para creertelo.
Créetelo.
Que sí, que es cierto.
Que en pocos párrafos recopilamos más información que en el libro entero.
Por eso aquí te encuentras, bebiendo de esas pocas palabras, una y otra vez. Contándo los insuficientes capítulos que nos explican. Con tapones en los oídos y las luces apagadas.
Tú en tu habitación y yo en la mía.
Leyéndonos.
Sabiendo que solo somos el etéreo fruto de la irresponsabilidad, el ínfimo 20% de una realidad que ambos sabemos como termina...
¿no?
'Cause once upon a time, you ARE my everything.